miércoles, junio 22, 2016

Anticuarios

Me fascinan desde hace tiempo estos carteles de un anticuario que están pegados en las farolas cerca de mi sacrosanto lugar de trabajo.


Qué lista de cosas tan extraordinaria. Más en la columna de la derecha que en la de la izquierda.

Porque en la de la izquierda está lo que uno esperaría que un anticuario tuviera interés: cuberterías, juegos de té, relojes de bolsillo... Quizá lo más intrigante es lo de Lingotes. Quién guarda lingotes. Yo no, que yo sepa. Pero habrá quién, claro.

En cambio la columna de la derecha está llena de cosas que disparan la imaginación. Cuadros y espejos me parece normal, y Alfombras de lana también. Me extraña ya lo de la Cerámica de Talavera, a la que yo nunca he dado mucha importancia porque yo tenía unos tíos que vivían en Talavera. Y sus platos no me gustaban nada.

Pero no me digas que no mola lo de Bastones de mando y paseo. Más los de mando que los de paseo. Los de paseo son muy Antonio Gala, claro, me imagino que cuando se muera ese hombre estos anticuarios tendrán palpitaciones y todo. Pero el bastón de mando... ¡Ah, el bastón de mando! Lo que habrá visto ese bastón.


Bastón de mando alemán.

Siguiendo con el tema, o allegados, Ropa militar, medallas y tal.

Cambio de tercio: Sábanas y mantelería de hilo. Yo, con franqueza, no sabía que esas cosas se llevaran al anticuario; tampoco me imagino a nadie yendo al anticuario a comprar manteles y sábanas. Qué poco higiénico, ¿no? Aunque lo laves. Será para coleccionar. La típica colección de sábanas. Tienes una mansión con dos mil camas y alguna sábana tendrás que poner.

Mantones de Manila. Más lógico.

Bargueños. Qué hallazgo, qué palabra tan bonita. Los bargueños son los muebles con muchos cajoncitos. Como este:


Un mueble que seguro que tiene compartimentos secretos, diarios que se han ocultado durante siglos, redomitas con veneno, manuscritos de Cortázar, un anillo místico, una invitación a la aventura.

Y abanicos. Los anticuarios buscan también abanicos.



Es muy de anticuario este vídeo, ¿eh? Madre mía qué viejo me hacéis. Un día tengo que hacer un análisis de este vídeo en condiciones, pero mientras fíjense en el desbordante entusiasmo de los espectadores del concierto a partir del minuto 1:44.

Es eterno el vídeo, ya lo sé.


1 comentarios:

Pepa dijo...

Tanto hablar del bastón de mando, has hecho que me acuerde del Cetro de Ottokar. Me ha salido solo.

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